miércoles, 16 de mayo de 2012

Nuestra voz en el mundo farmaceutico

  Nuestra voz en el mundo farmacéutico



Los medicamentos son utilizados de forma masiva tanto por los médicos como por la población en aquellas regiones del mundo donde se ha alcanzado accesibilidad a ellos. Es un bien de consumo no sólo costoso sino peligroso; su uso irracional y excesivo es una práctica extendida con independencia del poder adquisitivo de los individuos. 

Son los medicamentos las sustancias terapéuticas de mayor valoración por el mundo contemporáneo, siendo Colombia uno de los países en los que se ha visto un incremento excesivo en su costo impidiendo a nuestros coterráneos la accesibilidad a ellos.
 No obstante, ninguna de las epidemias que azotaron a nuestro país fue resuelta en si por el uso de medicamentos. Se puede inferir que el mecanismo causal de las enfermedades tiene determinantes económicas, sociales, ecológicas y culturales, pero a esto se le tiene que sumar el bajo desarrollo humano de nuestra patria por consiguiente ha disminuido la esperanza de vida, por tanto se ha elevado el uso de las acciones de la medicina y los medicamentos. 

Todo ello explica que muchos sectores de nuestra población han comenzado a desconocer el valor de los estilos de vida saludables, como hábitos alimentarios higiénicos, práctica de ejercicios, no consumo de alcohol y tabaco y el control del estrés, que son muy importantes para la salud individual y colectiva. Sus cambios negativos están relacionados también con acciones sociales como la insolidaridad, el entorno ambiental y el aumento de la pobreza.
 

A pesar de lo anterior, se sigue hiperbolizando el efecto de la medicina moderna atribuida al uso de medicamentos y no se comprende el bienestar y la calidad de vida sin analgésicos, antiinflamatorios, antiácidos, con independencia de su efecto “silencioso” que no aparece en las estadísticas de morbilidad y mortalidad.
 

Debe además señalarse que dos tercios del gasto en salud en nuestro país están implicados en el consumo de bienes y servicios terapéuticos, producidos por un poderoso complejo industrial con enormes ganancias. Esta industria mundialmente consume una parte importante del esfuerzo económico de nuestra sociedad (entre el 6 y 14% del PBI). La necesidad de políticas farmacéuticas adecuadas capaces de encontrar el equilibrio entre calidad y equidad de acceso a los medicamentos, evitaría afectaciones del bienestar de una sociedad tanto en el orden social como económico.
 

En las últimas cuatro décadas se ha puesto de manifiesto un importante conflicto sanitario: los mercados no protegen debidamente a los consumidores de medicamentos. Desde la catástrofe de la Talidomida (sedante que produce malformaciones genéticas) hasta el presente, se han producido problemas con el uso de los medicamentos que van desde la inaccesibilidad a un bien indispensable, hasta los inconvenientes generados por un uso excesivo e indicaciones incorrectas. 

Alternativas como la lista de medicamentos esenciales y la utilización de genéricos, están convirtiéndose en una preocupación de la poderosa industria farmacéutica.
  En nuestra cultura, se perciben los medicamentos como representante de la empresa terapéutica convertidos en la actualidad en objetos de “vigilancia especial” cuya valoración responde a su eficacia, riesgo/beneficio y costo/beneficio. 
La posibilidad en la práctica farmacéutica de ser utilizados incorrectamente y su alta potencialidad de modificar funciones fisiológicas y bioquímicas, hacen mayores los efectos iatrogénicos, lo cual exige control social en los procesos de producción, comercialización y utilización.

Dentro de los profesionales de la salud, el farmacéutico debe ser uno de los pilares fundamentales en el equipo de salud junto al médico y la enfermera, con su presencia y activa participación en el enfoque multidisciplinario de la atención a la salud de las personas.
 
Entre sus funciones en los servicios farmacéuticos se encuentra, la dispensación  como principal función, independientemente de otras (administración, fabricación, suministro de medicamentos, etcétera).
 
Por su formación y preparación son funciones inherentes al farmacéutico las referidas al registro y regulación de medicamentos; están dentro de sus responsabilidades las exigencias de normas y control de los productos (inocuidad y eficacia probadas).
 

Además este profesional en su responsabilidad con la salud, tanto en los establecimientos de farmacia como en la comunidad, deberá procurar el bienestar de los pacientes. Su amplio conocimiento sobre las propiedades y manejo de los medicamentos lo aproximan tanto al médico, como a los pacientes en la comunidad; en el primer caso, como fuente de información de alternativas terapéuticas y sus consecuencias, y en el segundo caso, no solo como dispensadores, sino por la información de todo lo relacionado con la salud y la utilización de medicamentos.
 

Todo ello explica que en la formación del farmacéutico, se requieran conocimientos de las ciencias farmacéuticas junto a los que se deben introducir tempranamente, temas del ejercicio de la profesión tales como ciencias del comportamiento, técnicas de comunicación y educación, etcétera.
 

Tanto el conocimiento de aquellos principios generales del uso racional de medicamentos con recomendaciones a médicos y pacientes, la supervisión de las recetas, notificación de reacciones adversas a los medicamentos e interacciones medicamentosas son también de su responsabilidad.
 

Reflexión

También cabe mencionar que la industria farmacéutica en su afán de seguir lucrándose cada día mas ha recurrido a jugadas legales pero poco éticas como la renovación de patentes valiéndose de los vacios legales, por ejemplo el omeprazol un inhibidor de la secreción acida gástrica patentado por la compañía europea Haessle al ver que esta se le había  vencido modifica el medicamento molecularmente (le quita un radical libre) y lo lanza otra ves como medicamento innovador no probando ninguna diferencia en eficacia, potencia o seguridad con respecto a su antecesor el omeprazol; son estas las acciones que tanto se critican hoy en día, aunque esta es solo una de las “mañas” que se dan estas industrias, esta el pago de comisiones a profesionales de la salud en sus famosas visitas de promoción medicamentosa, el pago de postgrados a dichos profesionales, el aumento de costo en medicamentos de tratamientos patológicos terminales, etc. Nosotros como farmaceutas debemos comprometernos al divorcio económico y no científico de la industria para así generar confianza en el desarrollo de nuestra profesión. 

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